Mario Cabré: «Sóc torero i català, que equival al ser dues vegues torero»

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Mario Cabré: «Sóc torero i català, que equival al ser dues vegues torero»

Mensaje por EstoEsElPueblo » Mié Sep 10, 2025 7:45 pm

Mario Cabré: «Sóc torero i català, que equival al ser dues vegues torero»

Nacido en Barcelona, el 6 de enero de 1916, en una familia humilde vinculada al teatro, Mario Cabré —cuyo nombre completo era Mario Cabré Esteve— creció entre bambalinas y versos. Su madre fue bailarina, y aquel ambiente artístico marcó el destino de un hombre que sería torero, actor, poeta, presentador de televisión y amante bohemio en la España del siglo XX. Murió el 1 de julio de 1990 en la misma ciudad que lo vio nacer, tras años de enfermedad y olvido, lejos del fulgor que lo había convertido en mito.

Desde niño, Cabré mostró una precocidad insólita: a los ocho años ya escribía versos. Su primer libro, Danza mortal (1950), contó con prólogo del Nobel Jacinto Benavente, que lo describió como “un poeta que sabe torear”. Pero la poesía compartió pronto protagonismo con la tauromaquia. Debutó como novillero en 1934 bajo el apodo de “Cabrerito” y, aunque sin antecedentes taurinos familiares, desplegó un estilo elegante, de manos bajas, con verónicas muy personales, que le valieron el sobrenombre de “el torero de las supremas elegancias”. Tomó la alternativa el 10 de agosto de 1941 en Las Ventas, confirmando en La Maestranza. A lo largo de casi veinte años de carrera lidió más de seiscientos toros, padeció cuatro cornadas graves y hasta una veintena de heridas. Una de ellas la sufrió durante el rodaje de la película El centauro (1945). Se retiró definitivamente el 9 de octubre de 1960 en Palma de Mallorca, ante reses de Arauz de Robles, cortando la coleta con orgullo catalán: “Sóc torero i català, que equival al ser dues vegues torero”.

Su ritual antes de vestirse de luces incluía recitar versos. Lo hacía en soledad, como quien reza. Ese contraste entre el poeta y el torero fascinaba a sus compañeros y a la prensa. En su alternativa madrileña, por ejemplo, apareció con un terno azul celeste y oro, llamando la atención por la finura de su porte tanto como por su capote.

El cine lo reclamó pronto. Su debut fue con El centauro y, después, encadenó una quincena de películas, entre ellas Oro y marfil (1947), La mujer, el torero y el toro (1950) y Tercio de quites (1951). La fama internacional le llegó con Pandora y el holandés errante (1951), rodada en la Costa Brava, donde compartió pantalla con Ava Gardner y James Mason. Allí nació un romance fugaz con la actriz estadounidense que él idealizó en su poemario Dietario poético a Ava Gardner. Ella, en cambio, lo redujo a un episodio: “Me acosté con Mario una vez”. Pese a la frialdad de esa confesión, el idilio avivó los celos de Frank Sinatra —que, según se decía en los pasillos del rodaje, llegó a mandar vigilar al torero barcelonés— y terminó de cimentar el mito del latin lover.

Cabré alimentó esa leyenda sin esconderlo. Solía repetir en tono pícaro que había “toreado más faldas que toros”. En otra entrevista, al preguntarle si había sido fiel, respondió con ironía: “Fiel siempre, pero a muchas”. A las conquistas con Gardner y las atribuidas a Yvonne De Carlo, Irene Papas o Ángela Tamayo, se añadía la devoción de sus seguidoras en Barcelona, donde algunas le pedían incluso mechones de su coleta como recuerdo.

El teatro catalán también lo tuvo entre sus filas: montó compañía propia y representó Mar i cel y Terra baixa de Ángel Guimerà, así como El místic de Santiago Rusiñol. En los años 50 vivió una temporada en Argentina, donde consolidó su faceta cinematográfica. Y, ya en los 60, se reinventó en televisión presentando Reina por un día en TVE junto a José Luis Barcelona, conquistando al público con su galantería.

La poesía fue su refugio más íntimo. Publicó cerca de veinte libros, como Oda a Gala-Salvador Dalí, Canto sin sosiego, Recortes de amor y Maramor (1972), con el que obtuvo el Premio Ciudad de Barcelona. Entre sus versos dedicó un poema épico a Manolete, a quien veneraba. Su obra literaria reflejaba un espíritu místico y apasionado, atravesado por la vida errante que llevó.

Mario Cabré encarnó como pocos la figura del artista total: torero en un mundo de intelectuales, poeta entre gladiadores, actor en tiempos de especialización. En su funeral, sobre el féretro descansaban una montera y uno de sus libros: imagen poderosa que resumía su doble pasión. Fue, como se definió a sí mismo, “poeta por inspiración divina, actor por atavismo y torero por destino”. O, quizás mejor, el último galán español que quiso ser, al mismo tiempo, héroe de los ruedos y trovador del amor.
Un foro :idea: es mejor que twitter, mejor que facebook, mejor que instagram... ¿por qué? Este foro es taurino; las redes sociales son antis :evil: .


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