La medalla equivocada: cuando la Complutense blanqueó a Chávez
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La medalla equivocada: cuando la Complutense blanqueó a Chávez
La medalla equivocada: cuando la Complutense blanqueó a Chávez
En noviembre de 2004, la Universidad Complutense de Madrid concedió su Medalla Internacional al presidente venezolano Hugo Chávez. Fue un acto solemne, impulsado por el profesor Juan Carlos Monedero, con el decano Francisco Aldecoa como anfitrión. Pero no fue un gesto académico: fue una legitimación política en toda regla. Y fue un error. Monedero y Aldecoa(†) chavistas furiosos entonces; Monedero sigue.
Ese mismo año, mientras en Madrid le aplaudían, Chávez había convertido la economía venezolana en un mecanismo de control. El petróleo —único motor del país— estaba bajo dominio absoluto del Estado. Los precios subían, sí, pero los beneficios no eran para crear una economía libre: eran para someter por hambre a millones de venezolanos. "Sin carnet de la patria no comías", recuerda un comentarista de prensa.
En 2004 también reprimió protestas en las calles con una brutalidad que no se vio nunca en Argentina, ni siquiera bajo Videla. Y solo es comparable —por frecuencia y por sangre— con las jornadas negras de Pinochet en Chile. Los manifestantes eran jóvenes, amas de casa, estudiantes. Y los recibieron a tiros.
Lo peor es que la represión no fue un episodio: fue el inicio de un régimen sistemático. En 2014 y 2017, más de 200 muertos en las calles. En los años siguientes, torturas, ejecuciones, represión a indígenas y desplazamientos masivos. Seis millones de personas huyeron del país. Seis millones. ¿Puede una universidad democrática mantener una medalla a quien convirtió la represión y el hambre en política de Estado?
La Universidad Complutense aún no ha retirado esa distinción. Ni ha explicado por qué la otorgó. Ni ha pedido perdón. En su silencio, sigue validando uno de los experimentos autoritarios más crueles de la historia reciente.
En noviembre de 2004, la Universidad Complutense de Madrid concedió su Medalla Internacional al presidente venezolano Hugo Chávez. Fue un acto solemne, impulsado por el profesor Juan Carlos Monedero, con el decano Francisco Aldecoa como anfitrión. Pero no fue un gesto académico: fue una legitimación política en toda regla. Y fue un error. Monedero y Aldecoa(†) chavistas furiosos entonces; Monedero sigue.
Ese mismo año, mientras en Madrid le aplaudían, Chávez había convertido la economía venezolana en un mecanismo de control. El petróleo —único motor del país— estaba bajo dominio absoluto del Estado. Los precios subían, sí, pero los beneficios no eran para crear una economía libre: eran para someter por hambre a millones de venezolanos. "Sin carnet de la patria no comías", recuerda un comentarista de prensa.
En 2004 también reprimió protestas en las calles con una brutalidad que no se vio nunca en Argentina, ni siquiera bajo Videla. Y solo es comparable —por frecuencia y por sangre— con las jornadas negras de Pinochet en Chile. Los manifestantes eran jóvenes, amas de casa, estudiantes. Y los recibieron a tiros.
Lo peor es que la represión no fue un episodio: fue el inicio de un régimen sistemático. En 2014 y 2017, más de 200 muertos en las calles. En los años siguientes, torturas, ejecuciones, represión a indígenas y desplazamientos masivos. Seis millones de personas huyeron del país. Seis millones. ¿Puede una universidad democrática mantener una medalla a quien convirtió la represión y el hambre en política de Estado?
La Universidad Complutense aún no ha retirado esa distinción. Ni ha explicado por qué la otorgó. Ni ha pedido perdón. En su silencio, sigue validando uno de los experimentos autoritarios más crueles de la historia reciente.
Re: La medalla equivocada: cuando la Complutense blanqueó a Chávez
Un puñado de hombres se ha robado la riqueza de Venezuela... sucedió con la independencia; sucede con el chavismo; y con Maduro. Este hilo sobre la independencia de Venezuela () debe ser lectura obligatoria para todo venezolano; y para todos los hispanos, incluyendo Filipinas.
https://x.com/xavierpadilla/status/1947502231382855858
En 1800, todos los venezolanos éramos españoles. Decir «venezolanos» era decir provincianos. Porque éramos provincia, no colonia. Y ello no parecía humillar a nadie, salvo a algunos señoritos afrancesados, más altivos que sabios.
Venezuela era una próspera, ordenada y espléndida provincia española que, en los 27 años previos a la «revolución» bolivariana —la original— había triplicado su economía gracias al libre comercio decretado por el Rey Carlos III.
Ninguna miseria, discriminación política ni supuesto yugo llamaban a alguna forma de ruptura. Mucho menos a un baño de sangre. Sólo la codicia de un puñado de mantuanos que deseaban perpetuar sus privilegios (y sus prácticas del contrabando) sin tener que responder ante nadie.
La «revolución» de 1810 arruinó aquella prosperidad, aquella paz, aquel orden. La provincia de Venezuela, descrita por Humboldt como «la más próspera, apacible y feliz del planeta», fue convertida súbitamente en un campo de tristeza, odio, despojo, devastación y exterminio.
Antes de que todo ardiera, Venezuela era parte de una ecúmene hispánica viva, extensa, plena de puertos, universidades, leyes protectoras. Con fuerte moneda. Era parte de un Imperio gigantesco, con más de 500 ciudades en cuatro continentes, todas bajo una misma corona, una misma
lengua y una misma cruz.
El real de a 8 era moneda mundial. Se usaba en Asia como hoy el dólar. Teníamos comercio con Manila, Cádiz, Veracruz. Nuestros fueros estaban representados en las Cortes de la metrópoli. Hasta tuvimos un rey interino criollo, nacido en Popayán.
Los esclavos podían comprar su libertad. Los indios tenían tierras intocables, garantizadas por ley. Había oficiales negros y aborígenes en los ejércitos realistas. Y esos ejércitos no eran de ultramar: eran americanos. Es a ellos que se enfrentaron los «independentistas».
Pero, claro, con ejércitos llenos de mercenarios extranjeros, fiados por potencias europeas, rivales de nuestra Corona.
Una minoría rica, ambiciosa y oportunista de mantuanos traicionó nuestro orden. Decidió tomar la región por la fuerza, atacando a su Madre junto a Napoleón.
La supuesta independencia fue una guerra civil inducida desde fuera. Principalmente por Inglaterra. Los que resistieron —peninsulares, canarios, criollos, mestizos, negros, indios— fueron los verdaderos patriotas. La historia oficial no los recuerda. Recuerda a los traidores.
El culto a Bolívar se fue creando ya desde entonces. Promovido por él mismo. La traición necesitaba un dios para justificar la devastación casi bíblica que iba dejando. Luego los traidores completaron el decorado: con himnos, con fechas, con retratos. Tenían que disfrazarse.
Pero el Bolívar real fue muy distinto al de bronce. Bajo su mando se ejecutaron frailes y pueblos indígenas. Se destruyeron archivos. Se exterminaron presos. Se expropiaron tierras. Se saqueó y violó. Se arrasaron ciudades fieles. Se impuso el terror como doctrina.
Después de eso, vino el reparto del botín. Los nuevos dueños de la provincia, no bien la llamaron república, se lanzaron a luchas intestinas. Guerras entre caudillos por al menos 70 años. No bastó que 1/3 de la población ya había perecido.
La deuda con Inglaterra sólo creció.
Y así se llegó al siglo XX, con libertad pero para la barbarie. Hasta que un mandamás como Gómez domase el festín. ¿República? Finca petrolera. El «benemérito» otorgó concesiones enormes a empresas extranjeras, especialmente británicas y norteamericanas, y recibió comisiones personales y respaldo político internacional, permitiéndole consolidar su dictadura. Pero a su muerte el cesarismo bolivarista, doctrina oficial, se relajó brevemente. La democracia fue corta, la corrupción larga. Medina Angarita fue un cometa. La noche eterna regresaba.
Vistámonos de democracia, o de dictadura anticomunista (o de lo que sea —según la disponibilidad de los nichos—) para usufructuar la bonanza del oro negro. ¿Acaso no somos libres e «independientes»? ¿Carabobo no existió?
Diez y ocho planes Marshall dilapidados en cuatro décadas le darían la nueva excusa a algún relevo vengador para sacar el pañuelo y pulir la estatua. «¡Viva Boliva!». Ahora sin r, qué más da.
¿Cómo no tener hoy al chavismo?
Es sólo el último heredero de la mentira «patriota».
Todo régimen posterior fue, desde el triunfo de la revolución afrancesada, sólo una nueva cara de aquella impostura fundacional.
¿La independencia?
Su legado es ruina, estatua, deuda, boina. La historia se la dimos al bronce. La sangre a la tierra.
Y el alma… al olvido.
https://x.com/xavierpadilla/status/1947502231382855858
En 1800, todos los venezolanos éramos españoles. Decir «venezolanos» era decir provincianos. Porque éramos provincia, no colonia. Y ello no parecía humillar a nadie, salvo a algunos señoritos afrancesados, más altivos que sabios.
Venezuela era una próspera, ordenada y espléndida provincia española que, en los 27 años previos a la «revolución» bolivariana —la original— había triplicado su economía gracias al libre comercio decretado por el Rey Carlos III.
Ninguna miseria, discriminación política ni supuesto yugo llamaban a alguna forma de ruptura. Mucho menos a un baño de sangre. Sólo la codicia de un puñado de mantuanos que deseaban perpetuar sus privilegios (y sus prácticas del contrabando) sin tener que responder ante nadie.
La «revolución» de 1810 arruinó aquella prosperidad, aquella paz, aquel orden. La provincia de Venezuela, descrita por Humboldt como «la más próspera, apacible y feliz del planeta», fue convertida súbitamente en un campo de tristeza, odio, despojo, devastación y exterminio.
Antes de que todo ardiera, Venezuela era parte de una ecúmene hispánica viva, extensa, plena de puertos, universidades, leyes protectoras. Con fuerte moneda. Era parte de un Imperio gigantesco, con más de 500 ciudades en cuatro continentes, todas bajo una misma corona, una misma
lengua y una misma cruz.
El real de a 8 era moneda mundial. Se usaba en Asia como hoy el dólar. Teníamos comercio con Manila, Cádiz, Veracruz. Nuestros fueros estaban representados en las Cortes de la metrópoli. Hasta tuvimos un rey interino criollo, nacido en Popayán.
Los esclavos podían comprar su libertad. Los indios tenían tierras intocables, garantizadas por ley. Había oficiales negros y aborígenes en los ejércitos realistas. Y esos ejércitos no eran de ultramar: eran americanos. Es a ellos que se enfrentaron los «independentistas».
Pero, claro, con ejércitos llenos de mercenarios extranjeros, fiados por potencias europeas, rivales de nuestra Corona.
Una minoría rica, ambiciosa y oportunista de mantuanos traicionó nuestro orden. Decidió tomar la región por la fuerza, atacando a su Madre junto a Napoleón.
La supuesta independencia fue una guerra civil inducida desde fuera. Principalmente por Inglaterra. Los que resistieron —peninsulares, canarios, criollos, mestizos, negros, indios— fueron los verdaderos patriotas. La historia oficial no los recuerda. Recuerda a los traidores.
El culto a Bolívar se fue creando ya desde entonces. Promovido por él mismo. La traición necesitaba un dios para justificar la devastación casi bíblica que iba dejando. Luego los traidores completaron el decorado: con himnos, con fechas, con retratos. Tenían que disfrazarse.
Pero el Bolívar real fue muy distinto al de bronce. Bajo su mando se ejecutaron frailes y pueblos indígenas. Se destruyeron archivos. Se exterminaron presos. Se expropiaron tierras. Se saqueó y violó. Se arrasaron ciudades fieles. Se impuso el terror como doctrina.
Después de eso, vino el reparto del botín. Los nuevos dueños de la provincia, no bien la llamaron república, se lanzaron a luchas intestinas. Guerras entre caudillos por al menos 70 años. No bastó que 1/3 de la población ya había perecido.
La deuda con Inglaterra sólo creció.
Y así se llegó al siglo XX, con libertad pero para la barbarie. Hasta que un mandamás como Gómez domase el festín. ¿República? Finca petrolera. El «benemérito» otorgó concesiones enormes a empresas extranjeras, especialmente británicas y norteamericanas, y recibió comisiones personales y respaldo político internacional, permitiéndole consolidar su dictadura. Pero a su muerte el cesarismo bolivarista, doctrina oficial, se relajó brevemente. La democracia fue corta, la corrupción larga. Medina Angarita fue un cometa. La noche eterna regresaba.
Vistámonos de democracia, o de dictadura anticomunista (o de lo que sea —según la disponibilidad de los nichos—) para usufructuar la bonanza del oro negro. ¿Acaso no somos libres e «independientes»? ¿Carabobo no existió?
Diez y ocho planes Marshall dilapidados en cuatro décadas le darían la nueva excusa a algún relevo vengador para sacar el pañuelo y pulir la estatua. «¡Viva Boliva!». Ahora sin r, qué más da.
¿Cómo no tener hoy al chavismo?
Es sólo el último heredero de la mentira «patriota».
Todo régimen posterior fue, desde el triunfo de la revolución afrancesada, sólo una nueva cara de aquella impostura fundacional.
¿La independencia?
Su legado es ruina, estatua, deuda, boina. La historia se la dimos al bronce. La sangre a la tierra.
Y el alma… al olvido.
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- Registrado: Jue Jul 24, 2025 6:59 pm
Re: La medalla equivocada: cuando la Complutense blanqueó a Chávez
Se calcula que seis millones de venezolanos han huído del chavismo, y la secuela, Maduro. La pobreza llega a más del 90% de la población, hombres, mujeres y niños. El resto son colaboradores del régimen. Y a Estados Unidos "no le parece mal" ni causa suficiente para suspender cualquier tipo de colaboración con un gobierno que reduce a la pobreza, pero a la pobreza extrema a más nueve de cada diez ciudadanos:
Trump autoriza a Chevron a reanudar sus negocios petroleros con el régimen de Maduro
https://informeorwell.com/estados-unido ... isioneros/
Trump autoriza a Chevron a reanudar sus negocios petroleros con el régimen de Maduro
https://informeorwell.com/estados-unido ... isioneros/
Re: La medalla equivocada: cuando la Complutense blanqueó a Chávez
Me lo contaba una amiga: A mi mamá se le murió mi papá en casa porque no había antibióticos en el hospital. Ni gasas. Solo había silencio.
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Re: La medalla equivocada: cuando la Complutense blanqueó a Chávez
profesora universitaria: Comía una vez al día. Me pagaban menos que a un soldado raso. Me fui llorando. Esto es el socialismo de Zapatero.
Re: La medalla equivocada: cuando la Complutense blanqueó a Chávez
En la farmacia te dicen: no hay nada. Solo hay para los enchufados. Y eso si pagas en dólares.
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Re: La medalla equivocada: cuando la Complutense blanqueó a Chávez
Te lo contará cualquier venezolano que escapó de la tiranía: Los únicos que comían carne eran los militares. A nosotros nos daban harina vencida y bolsas con dos sardinas.
Re: La medalla equivocada: cuando la Complutense blanqueó a Chávez
VOX pide de nuevo a la Universidad de Salamanca que retire la Medalla de Honor a Gustavo Petro... ¿Para cuándo piden la retirada de la medalla de la Complutense -a instancias de Monedero- al caudillo arruina países Hugo Chávez?
Re: La medalla equivocada: cuando la Complutense blanqueó a Chávez
Mi hijo se fue a Perú. Me mandaba 30 dólares al mes. Con eso yo comía y le compraba insulina a mi hermano.
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Re: La medalla equivocada: cuando la Complutense blanqueó a Chávez
Cuando alguien te cuente esto: "El hospital era un matadero. Sin agua, sin luz. Los médicos lloraban, pero no podían hacer más" perderás la fe en las personas de izquierda. Porque los hospitales venezolanos están así. Y los cubanos.
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