Arturo Michelena (1863–1898): el fulgor de una vida breve

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Arturo Michelena (1863–1898): el fulgor de una vida breve

Mensaje por EstoEsElPueblo » Lun Jun 16, 2025 3:47 pm

Vamos con un pintor fundamental para la tauromaquia en América y en Venezuela: Arturo Michelena. Este pintor elevó la pintura taurina venezolana con La vara rota; esta obra de gran intensidad dramática y rigor técnico que marcó un hito en la representación del toreo.
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Arturo Michelena (1863–1898): el fulgor de una vida breve

Infancia con pinceles y promesas
Hay artistas que nacen en el silencio, y otros que lo hacen rodeados de carboncillos y colores. Arturo Michelena fue de estos últimos. Llegó al mundo el 16 de junio de 1863, en Valencia, estado Carabobo, en el seno de una familia donde el arte era tan cotidiano como el pan. Su padre, Juan Antonio Michelena, pintor de vocación firme, y su madre, Socorro Castillo, intuyeron pronto que el niño tenía una mirada distinta, como si viera más allá de las formas. A los once años ya dibujaba con una soltura que inquietaba y maravillaba a la vez.

Sus primeras lecciones, claro, vinieron del taller paterno. Pero no tardó en destacar también en la Academia de Bellas Artes de Caracas, donde la precisión de su mano y la sensibilidad con que resolvía los encargos lo colocaron un paso adelante del resto. En una época en que la distancia entre Caracas y París era casi abismal, Michelena logró acortar ese abismo gracias a una beca del gobierno que, en 1885, lo llevó a la Academia Julian. Allí, bajo la mirada exigente de Jean-Paul Laurens, se empapó de academicismo narrativo, de historicismo, y también —aunque de forma lateral— de la atmósfera vibrante del impresionismo parisino.
Ganadero, de Arturo Michelena
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Fama, salón y enfermedad
No tardó en hacerse notar. En 1887, presentó El niño enfermo en el Salón de París y se llevó una medalla de segunda clase. No era poca cosa: un joven pintor de un país periférico que lograba irrumpir en la capital del arte europeo. Pero Michelena no se dejó cegar. Con disciplina y una curiosidad que no conocía descanso, siguió explorando el retrato, el costumbrismo, la historia y el simbolismo religioso. Su paleta se hizo más atrevida, más carnal. Hay algo físico, casi cinematográfico, en su manejo del claroscuro.
Picador con toro y monosabio. Arturo Michelena
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Las obras se suceden: Pentesilea, La joven madre, y sobre todo Miranda en La Carraca (1896), un lienzo que más que pintar, parece latir. Pero la salud le comenzó a fallar. En 1891, el diagnóstico fue tajante: tuberculosis. Desde entonces, cada cuadro suyo fue también una forma de resistir al tiempo. Y resistió. Según testimonios cercanos, hubo días en que apenas podía mantenerse en pie, y sin embargo pedía que le acercaran el caballete. Apoyado en él, casi como en un bastón de dignidad, seguía pintando.

El hombre detrás del pintor
Más allá del genio, había un carácter afable, generoso, de fino humor criollo. Michelena conservaba una devoción intacta por su país y por los suyos. En París extrañaba Venezuela con una nostalgia que se le colaba a veces en la pincelada. Dicen que, en los ratos libres, dibujaba caricaturas de amigos y conocidos, retratándolos no con burla, sino con un ojo travieso y tierno. En esas líneas rápidas, tal vez ensayaba otra forma de eternidad.
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La vara rota: sangre, color y verdad
En 1892, Michelena pintó La vara rota. No fue una casualidad, ni un desvío temático. Era una mirada seria al mundo taurino, popular entonces en Venezuela, pero también una declaración de estilo. La escena es brutal: un toro acaba de herir de muerte al caballo de un picador. El torero huye; el público, paralizado. Todo parece congelado en un instante de máxima tensión. Sin embargo, no hay morbo, ni exageración. Lo que hay es verdad pictórica.
Arturo Michelena el monosabio detalle estudio
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El cuadro, conservado hoy en la Galería de Arte Nacional de Caracas, es una muestra de cómo Michelena manejaba la composición con pulso firme y al mismo tiempo con emoción. Estudios previos como el Estudio de torero para La vara rota revelan su meticulosidad. Hay algo de Goya en la crudeza, y algo de Degas en la soltura del trazo. Pero el resultado final es enteramente suyo.

La tauromaquia, en este caso, no es solo un espectáculo: es el espejo de lo humano. Michelena no juzga, observa. Y en esa observación hay ternura, pero también fatalismo. Como si la arena, la sangre y la multitud fueran el escenario perfecto para representar la condición humana, tan expuesta como el caballo herido, tan efímera como la gloria del torero que escapa.
Arturo Michelena detalle estudio
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Epílogo sin concesiones
Arturo Michelena murió joven, con apenas 35 años, el 29 de julio de 1898. Pero no murió sin obra, ni sin estilo, ni sin huella. Su legado no se mide solo por los cuadros terminados, sino por la intensidad con que los vivió. Fue uno de esos pintores que, incluso enfermo, supo hacer de cada pincelada un acto de afirmación. El tiempo, como un toro ciego, lo embistió demasiado pronto. Pero Michelena, antes de caer, nos dejó un arte que no se rinde.
Un foro :idea: es mejor que twitter, mejor que facebook, mejor que instagram... ¿por qué? Este foro es taurino; las redes sociales son antis :evil: .


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