Rafael Gil y la Malagueta y el Cordobés: Una mirada a Chantaje a un torero
Chantaje a un torero es una película española de 1963 dirigida por Rafael Gil, un cineasta prolífico conocido por su versatilidad y su interés por el universo taurino. Esta obra combina elementos del drama, el cine negro y el folclore taurino, aprovechando la inmensa popularidad de Manuel Benítez, "El Cordobés", una figura icónica del toreo en la España de los años sesenta.
La película, estrenada el 14 de junio de 1963, busca capitalizar el carisma de este torero, aunque su resultado es desigual debido a las limitaciones interpretativas de su protagonista y al contexto de la España franquista, que impregna la narrativa con ciertos filtros ideológicos.
Sinopsis y trama
La historia sigue a Juan Medina (interpretado por Manuel Benítez, "El Cordobés"), un joven novillero que sueña con convertirse en una estrella del toreo para escapar de la pobreza. Junto a su amigo Calero, acampa a las puertas de la plaza de toros de Málaga, la Malagueta, en busca de una oportunidad. Gracias a una campaña de prensa, ambos son contratados por un apoderado (Manolo Morán).
Sin embargo, mientras Calero triunfa en su primera corrida, Juan fracasa y, desilusionado, regresa a sus antiguos hábitos delictivos. Su pasado lo alcanza cuando es involucrado en el asesinato de una turista extranjera, Wilma (María Andersen), y acaba en prisión. Tras cumplir su condena, Juan logra cumplir su sueño de ser torero, pero sus antiguos cómplices, liderados por Vergara "El Americano" (Alberto de Mendoza), lo chantajean para sacar provecho de su éxito, desencadenando una trama de intriga y tensión que culmina en una emocionante corrida.
La película mezcla el drama personal con el thriller, utilizando el mundo taurino como telón de fondo. La Malagueta, emblemática plaza de toros malagueña, tiene un papel central, con escenas rodadas en su interior y en el Paseo de Reding, incluyendo una corrida filmada específicamente para la producción. Este escenario no solo aporta autenticidad, sino que refuerza la conexión con la cultura española de la época.
Actores y actuaciones
El reparto está encabezado por Manuel Benítez, "El Cordobés", quien interpreta a Juan Medina. Aunque su carisma y habilidades como torero brillan en las escenas de corrida, su falta de experiencia actoral es evidente, lo que limita la profundidad emocional del personaje. La crítica de la época y reseñas posteriores coinciden en que Benítez era mucho más efectivo frente a los toros que frente a las cámaras. A pesar de esto, su presencia es el principal gancho comercial de la película, especialmente tras el éxito de su debut cinematográfico en Aprendiendo a morir (1962).
El elenco de apoyo, sin embargo, es sólido y compensa en parte las carencias del protagonista. Alberto de Mendoza, como el villano Vergara "El Americano", aporta intensidad y matices a un personaje astuto y amenazador. Manolo Morán, en el papel del apoderado Don Fulgencio, ofrece una interpretación carismática y creíble, anclando las escenas fuera del ruedo. María Andersen, como la turista alemana Wilma, y Elena Duque, como Marta, la novia de Juan, cumplen con roles más secundarios pero funcionales para la trama. Otros actores destacados incluyen a Luis Dávila (el sacerdote Don Andrés), Venancio Muro, Manuel Alexandre, José María Caffarel, Antonio Casas y Yelena Samarina, quienes aportan profesionalismo a la cinta. También aparece el torero José Mata, en una de sus once incursiones cinematográficas, quien trágicamente falleció en 1975 tras ser corneado en la plaza de Villanueva de los Infantes el 25 de julio de 1975.
Importancia y estilo
Chantaje a un torero es significativa por varios motivos. En primer lugar, refleja la fascinación de la España de los sesenta por el toreo, una tradición que Rafael Gil exploró en otras películas como Currito de la Cruz, El Litri y su sombra y Sangre en el ruedo. Gil, quien nació en Madrid el 22 de mayo de 1913 y falleció el 10 de octubre de 1986, era un director versátil que se sentía cómodo abordando tanto el folclore español como temas históricos y religiosos. En esta cinta, combina el espectáculo taurino con una intriga criminal, creando un híbrido que, aunque no alcanza la maestría de sus mejores obras, resulta entretenido y visualmente atractivo.
La película destaca por su evocativa cinematografía, especialmente en las escenas de corrida, que capturan el dramatismo y la tradición del toreo con realismo. La dirección de Gil es competente, aunque el guion, coescrito con José López Rubio, adolece de diálogos algo sentenciosos y de una narrativa que refleja las restricciones de la censura franquista. Por ejemplo, personajes como el sacerdote de la prisión (Don Andrés) o el director del centro penitenciario son presentados de manera idealizada, y los diálogos incluyen frases moralizantes que refuerzan los valores de la época, como "Si resulto culpable, pagaré mi culpa como hombre". Esto, según algunas críticas, resta autenticidad a la historia y refleja el filtro ideológico del régimen.
Dato curioso
Un dato curioso es que, durante el rodaje, la película se tituló provisionalmente La noche de Málaga, pero los productores optaron por Chantaje a un torero tras el éxito de la cinta estadounidense Chantaje a una mujer (1962), buscando capitalizar el tirón comercial del término "chantaje".
Valoración
Chantaje a un torero no es una obra maestra, pero sí un producto interesante de su tiempo. Su mayor fortaleza radica en las escenas taurinas, que capturan la pasión y el peligro del toreo, y en el elenco de actores secundarios, que elevan la calidad del filme. Sin embargo, las limitaciones actorales de El Cordobés y el tono moralizante de la narrativa restan impacto. Para los aficionados al cine español clásico o al mundo taurino, es una pieza curiosa que refleja la cultura y los valores de la España de los sesenta. Para el público general, puede resultar algo anticuada, aunque su mezcla de drama y thriller mantiene cierto encanto.
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