A los de Público, el periódico del millonario Roures que tiene a Iglesias como empleado, a Público, no le quedó más remedio que reconocer los hechos: los taurinos son grandes consumidores de cultura. Año tras año.

En la corrida, el toro pelea. No es un perro encadenado ni un cerdo en un matadero. Muchos mexicanos no lo ven como maltrato, sino como lucha. ¿Por qué no se escucha esa voz popular?

¿Sabes lo que vale una buena silla de catering? ¿Veinte euros? Ni eso justifica este espectáculo bochornoso. Y mientras tanto, chavales sin entrenar, novilleros sin progresar… ¿esa es la prioridad del Ayuntamiento?

Victorino no solo ha criado toros: ha criado emoción. En los 90, cuando muchas ganaderías bajaron la bravura para facilitar el toreo moderno, él se mantuvo firme. Por eso su hierro es una garantía de autenticidad.

Marketing, sí, pero también valentía: siete toros en solitario gratis no los mata cualquiera.

Lo mejor que puedo decir es que nunca lo vi en un palco. Siempre estaba abajo, en la arena, oliendo la sangre y la gloria. No le gustaban los trajes de marca ni las fotos. Le gustaba el toreo.

¿Se sabe quién patrocina esto? ¿Algún medio nacional lo va a cubrir? Porque como siempre lo ignoren, habrá que hacer ruido.

Caballos de picar con más kilos que una vaca suiza y ni un solo dato público. ¿Qué nos jugamos a que en San Isidro nadie supera los 650 kg en el papel, pero en la arena sí?

El consentimiento médico es un pilar básico de cualquier democracia. Saltárselo con la excusa del bien común crea un precedente peligrosísimo que puede aplicarse luego a cualquier otro colectivo.

Esta corrida en Telemadrid ha sido todo un éxito. Y en abierto. Y por internet. Una idea genial. Y esta fotografía de La Razón marca distancia con respecto a las puertas grandes de los últimos años, o unas cuantas décadas.