Humanismo vs barbarie: cuando la mascota rompe tradición, cultura y sentimientos

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Humanismo vs barbarie: cuando la mascota rompe tradición, cultura y sentimientos

Uno de cada cinco estadounidenses salvaría a un cachorro desconocido antes que a una persona desconocida

El reciente estudio sociológico realizado en Estados Unidos revela un giro inquietante: millones de personas prefieren salvar la vida de un perro, incluso de un cachorro desconocido, antes que la de un ser humano que no conocen. Este dato, que parece anecdótico, marca en realidad un tránsito del humanismo a la barbarie.

1. De la dignidad humana a la indiferencia
El humanismo se fundó en la convicción de que cada vida humana merece respeto por su sola condición. Si un desconocido deja de tener valor por el simple hecho de ser humano, la dignidad universal se convierte en un adorno vacío. Salvar al perro antes que al hombre es la primera grieta por donde se filtra la inhumanidad.

2. De la comunidad al aislamiento afectivo
Los vínculos humanos son frágiles, difíciles y a veces ingratos; pero son los que sostienen a las sociedades. Cuando el afecto se refugia en un animal, dócil e incapaz de conflicto, se evita la dificultad de convivir con los demás. La comunidad se diluye y el individuo se atrinchera en un lazo cómodo que lo aísla.

3. De la continuidad vital a la renuncia al futuro
La vida humana se prolonga en hijos y en proyectos compartidos. El estudio muestra cómo los perros ocupan, en muchos hogares urbanos, el lugar de los hijos. Se prefiere el presente inmediato de un vínculo sin descendencia al esfuerzo y la esperanza de traer nuevas generaciones. Es, en el fondo, una renuncia al futuro.

4. De la tradición compartida a la ruptura cultural
La tradición se transmite entre personas: abuelos, padres, hijos, maestros. El perro no puede recibir ni transmitir relatos, memorias ni lenguas. Convertirlo en el centro afectivo de la vida supone interrumpir el hilo de la tradición. No hay palabra que se herede, ni gesto que se recuerde: se corta la continuidad cultural.

5. De la cultura al repliegue privado
La cultura es apertura: asistir a un concierto, leer un libro, ir a la plaza o debatir en un café. La atención exclusiva a la mascota repliega al individuo sobre un mundo doméstico y absorbente. Allí se pierde el espacio común, se empobrece la cultura compartida y la sociedad se vuelve más ensimismada y frágil.

El estudio norteamericano muestra cifras, pero detrás de ellas late una advertencia universal: cuando el perro sustituye al hombre como referente central, lo que se quiebra no es solo la jerarquía de valores, sino también la posibilidad misma de una cultura humana viva.

Este diagnóstico no procede de un mero ensayo de opinión, sino de una investigación académica con autoridad. El trabajo fue llevado a cabo por especialistas de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill y de la Universidad Estatal de Ohio, con encuestas de validez nacional en Estados Unidos. Además, se midieron variables políticas en el eje liberal–conservador (demócrata–republicano), lo que confirma que la tendencia no se limita a un sector ideológico, sino que atraviesa de manera transversal a toda la sociedad estadounidense.