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Para que los de la flotilla exijan leyes feministas en Gaza y Cisjordania

¿Han pasado de moda estos grupos de facebook? Los del tipo: Para que estos sea así; para que esto sea asá... pues exijamos que los de la Sumud Flotilla exijan leyes feministas en Gaza y Cisjordania; que exijan el fin de la discriminación de las mujeres en las sociedades árabes.

Por ejemplo, La Colau de Barcelona, que sea la primera

De momento, los de la flotilla han tomado una decisión: "embotar" algo en garrafas de plástico con un papel con instrucciones caracteres arábigos y lanzar los frascos al mar: esta es la flotilla, esta es la ayuda ¡Toma del frasco, carrasco!

Que no los lleven presos a los de la flotilla; que los suelten por Gaza y hagan entretenimiento a la población: Que organicen conciertos en las plazas, que dejen sonar guitarras y tambores, que la alegría también sea resistencia cotidiana. Y si hay algún homosexual, que salga del armario en Gaza.

La flotilla pro Palestina pretendía ser un gesto de denuncia contra lo que ellos llaman genocidio en Gaza, algo que uno podría llegar a entender y hasta respetar en su intención. Un genocidio y hablamos de miles y miles de muertos es muy serio, muy grave, muy tremendo. Pero los mismos activistas suben a redes sociales fotos y vídeos como si estuvieran en un crucero de vacaciones. Han convertido una causa grave en un espectáculo infantil, simplificando un conflicto complejo en un relato cómodo para manipular conciencias.

Podrían abrir cines comunitarios, proyectar películas de todas partes, dejar que la gente imagine otros mundos, que se vea libre y moderna, sin miedo al dedo moralista de siempre.

Viaje alegre hacia la tragedia: la farsa de la flotilla

El viaje de la flotilla fue presentado como un gesto solidario, pero su carga reveló lo contrario. No había en sus bodegas ni medicinas, ni alimentos, ni auxilio real para quienes más lo necesitan. La propaganda ocupó el lugar de la ayuda, dejando al descubierto un propósito más político que humanitario.

Mientras el genocidio sigue consumiendo vidas y pueblos, los tripulantes no mostraron duelo ni empatía. Hubo discursos, hubo banderas y hubo cámaras, pero no hubo lágrimas por los que caen. La distancia entre su relato y la tragedia real resulta insoportable.

En lugar de luto, se respiraba un aire festivo. Risas, brindis y sonrisas en la cubierta daban la imagen de un crucero militante, más que de un convoy comprometido. La alegría desentonaba con la gravedad del escenario que decían afrontar.

Al final, queda la amarga sensación de una farsa preparada al detalle. Una puesta en escena que se desmorona cuando miras los hechos con atención: ni ayuda, ni compasión, ni coherencia. Solo ruido de flotilla.

Que promuevan bibliotecas abiertas, llenas de libros prohibidos, clásicos, novelas, poesía. Allí la gente descubriría pensamientos distintos, historias que inspiran libertad. Un espacio así vale más que mil discursos políticos huecos y repetidos.

Que impulsen grupos de teatro callejero, con sátira, humor y crítica. La risa en público puede ser más peligrosa que cualquier panfleto.

Nadie en la flotilla pidió nada para las mujeres de Gaza. Y las mujeres sufren la guerra muchísimo, son las responsables de los niños, además de cuidar a los heridos.

Podrían enseñar oficios modernos, desde programación a diseño gráfico. Una mujer con ordenador y salario propio tiene más poder que un arsenal entero de consignas huecas y discursos rituales.