Contra la moda animalista; decálogo de los privilegios del toro bravo
Publicado: Vie Ago 22, 2025 4:57 pm
Contra la moda animalista; decálogo de los privilegios del toro bravo
Diez verdades sobre las corridas de toros que desafían la faceta antitaurina de los animalistas y llevan el debate a otra dimensión.
Muchos militantes animalistas rechazan de plano las corridas de toros. La mayoría lo hacen sin haber presenciado nunca una lidia completa; casi todos, sin conocer qué sucede realmente en la arena; y probablemente el cien por cien ignoran los privilegios únicos que acompañan al toro bravo desde que nace hasta que muere.
Rechazar sin conocer es cómodo, pero no sirve para entender. El toro bravo no es una víctima pasiva, ni un animal doméstico arrancado de su entorno: es el único ser vivo al que se le reconoce el derecho supremo de defender su propia vida. Ese derecho, que ningún otro animal posee, se acompaña de privilegios impensables para cualquier criatura de la tierra. Y son esos privilegios —y no los tópicos fáciles— los que todo animalista coherente debería conocer (y rebatir) antes de hablar.
La primera batalla, pues, consiste en presentar a los animalistas que se atrevan este decálogo:
1. Derecho a defender su vida: el toro bravo es el único animal al que se le concede la posibilidad real de luchar por su propia existencia.
2. Derecho a su linaje: sus padres y madres son toros y vacas bravas, seleccionados durante siglos para transmitir la bravura y la capacidad de combate.
3. Derecho a estar armado: sus cuernos son respetados, intactos, potentes y mortíferos. No se les mutila ni rebaja.
4. Derecho a la integridad física: debe llegar íntegro a la plaza, sin manipulación que disminuya sus defensas naturales.
5. Derecho a una vida digna y libre: crece en el campo, en dehesas abiertas, con espacio y condiciones naturales que no disfrutan otros animales domésticos.
6. Derecho a ser cuidado como atleta: alimentación de calidad, atención veterinaria y selección que garantizan su fortaleza y salud.
7. Derecho a la edad y madurez: el toro bravo se lidia en plenitud de fuerza, no de forma prematura ni artificial.
8. Derecho a la protección reglamentaria: desde que pisa la plaza, un aparato normativo y burocrático vela por que se cumplan normas precisas que lo resguarden de abusos.
9. Derecho a la trascendencia cultural: el toro bravo no es un animal anónimo: su nombre, su ganadería y su lidia forman parte de la memoria colectiva y de la historia.
10. Derecho a morir luchando: ningún otro animal recibe la posibilidad de combatir hasta el final. El toro bravo entra en la plaza con una potencia física descomunal —capaz de derribar y levantar caballos de más de 500 kilos—, frente a un torero que no puede igualar esa fuerza. La lidia no es una lucha de iguales, sino un desafío entre naturalezas distintas: la fuerza bruta y la inteligencia humana.
Diez verdades sobre las corridas de toros que desafían la faceta antitaurina de los animalistas y llevan el debate a otra dimensión.
Muchos militantes animalistas rechazan de plano las corridas de toros. La mayoría lo hacen sin haber presenciado nunca una lidia completa; casi todos, sin conocer qué sucede realmente en la arena; y probablemente el cien por cien ignoran los privilegios únicos que acompañan al toro bravo desde que nace hasta que muere.
Rechazar sin conocer es cómodo, pero no sirve para entender. El toro bravo no es una víctima pasiva, ni un animal doméstico arrancado de su entorno: es el único ser vivo al que se le reconoce el derecho supremo de defender su propia vida. Ese derecho, que ningún otro animal posee, se acompaña de privilegios impensables para cualquier criatura de la tierra. Y son esos privilegios —y no los tópicos fáciles— los que todo animalista coherente debería conocer (y rebatir) antes de hablar.
La primera batalla, pues, consiste en presentar a los animalistas que se atrevan este decálogo:
1. Derecho a defender su vida: el toro bravo es el único animal al que se le concede la posibilidad real de luchar por su propia existencia.
2. Derecho a su linaje: sus padres y madres son toros y vacas bravas, seleccionados durante siglos para transmitir la bravura y la capacidad de combate.
3. Derecho a estar armado: sus cuernos son respetados, intactos, potentes y mortíferos. No se les mutila ni rebaja.
4. Derecho a la integridad física: debe llegar íntegro a la plaza, sin manipulación que disminuya sus defensas naturales.
5. Derecho a una vida digna y libre: crece en el campo, en dehesas abiertas, con espacio y condiciones naturales que no disfrutan otros animales domésticos.
6. Derecho a ser cuidado como atleta: alimentación de calidad, atención veterinaria y selección que garantizan su fortaleza y salud.
7. Derecho a la edad y madurez: el toro bravo se lidia en plenitud de fuerza, no de forma prematura ni artificial.
8. Derecho a la protección reglamentaria: desde que pisa la plaza, un aparato normativo y burocrático vela por que se cumplan normas precisas que lo resguarden de abusos.
9. Derecho a la trascendencia cultural: el toro bravo no es un animal anónimo: su nombre, su ganadería y su lidia forman parte de la memoria colectiva y de la historia.
10. Derecho a morir luchando: ningún otro animal recibe la posibilidad de combatir hasta el final. El toro bravo entra en la plaza con una potencia física descomunal —capaz de derribar y levantar caballos de más de 500 kilos—, frente a un torero que no puede igualar esa fuerza. La lidia no es una lucha de iguales, sino un desafío entre naturalezas distintas: la fuerza bruta y la inteligencia humana.