En Las Ventas la tarde se fue en un quite y una decepción de Fraile y sus toros
Publicado: Vie Ago 01, 2025 12:17 pm
En Las Ventas la tarde se fue en un quite y una decepción de Fraile y sus toros
No hacía falta esperar al sexto para entender que algo andaba mal desde el principio. Ni los toros ni los toreros quisieron agarrar la tarde por los cuernos. De la expectación que traía el regreso de los gracilianos de Juan Luis Fraile se pasó, sin transición, al silencio resignado. Seriedad por delante, sí. Pero por dentro, huecos, descastados, broncos y, en muchos casos, inválidos.
La excepción —porque siempre hay una— llegó sin muleta, sin espada y sin cornada. David Adalid se jugó el cuello al poner un par soberbio al quinto. Cuando el toro se arrancó a por él, Rafael Cerro, sin pensarlo, le cruzó el cuerpo y evitó lo que pudo ser una tragedia. Esa fue la verdad de la noche. Y ya está.
Lo demás fue un naufragio largo, lento, plomizo. Rubén Pinar quiso marcar los tiempos desde el caballo, y se le fue la faena y los toros sin pena ni gloria. Raúl Rivera confirmó sin poder siquiera justificarlo. Y Rafael Cerro, tras un susto con puntazo incluido, volvió al ruedo con más voluntad que sitio. Dio una tanda al quinto que fue aplaudida, pero sin estructura ni mando. Y se acabó.
Seis silencios, cinco bajonazos, dos pinchazos en cada toro... y una ovación a un quite. Fue la tarde más emocionante del verano… para los banderilleros.
No hacía falta esperar al sexto para entender que algo andaba mal desde el principio. Ni los toros ni los toreros quisieron agarrar la tarde por los cuernos. De la expectación que traía el regreso de los gracilianos de Juan Luis Fraile se pasó, sin transición, al silencio resignado. Seriedad por delante, sí. Pero por dentro, huecos, descastados, broncos y, en muchos casos, inválidos.
La excepción —porque siempre hay una— llegó sin muleta, sin espada y sin cornada. David Adalid se jugó el cuello al poner un par soberbio al quinto. Cuando el toro se arrancó a por él, Rafael Cerro, sin pensarlo, le cruzó el cuerpo y evitó lo que pudo ser una tragedia. Esa fue la verdad de la noche. Y ya está.
Lo demás fue un naufragio largo, lento, plomizo. Rubén Pinar quiso marcar los tiempos desde el caballo, y se le fue la faena y los toros sin pena ni gloria. Raúl Rivera confirmó sin poder siquiera justificarlo. Y Rafael Cerro, tras un susto con puntazo incluido, volvió al ruedo con más voluntad que sitio. Dio una tanda al quinto que fue aplaudida, pero sin estructura ni mando. Y se acabó.
Seis silencios, cinco bajonazos, dos pinchazos en cada toro... y una ovación a un quite. Fue la tarde más emocionante del verano… para los banderilleros.