Almería. Refugio de muerte en Macael: el fraude animalista que nadie quiso ver
Publicado: Lun Jul 28, 2025 4:53 pm
Almería. Refugio de muerte en Macael: el fraude animalista que nadie quiso ver
En un cortijo de Macael, Almería, la Guardia Civil ha descubierto lo que algunos creyeron un refugio y resultó ser una trampa mortal. Allí, 19 perros vagaban entre sus propios excrementos, sin agua ni comida, mientras tres cadáveres mostraban los estragos del abandono. El lugar, sin licencia ni registro como protectora, operaba en el vacío legal que aún hoy permite que cualquiera se autoproclame “rescatista”.
La operación "Sanctumer" ha sacado a la luz una red de negligencia y posible negocio encubierto. Se recogían donaciones —más de 200 personas enviaron cerca de 8.000 euros—, pero nadie supervisaba si esos fondos se invertían realmente en los animales. No se invirtieron. Los responsables reconocieron que habían abandonado el cortijo hacía más de una semana.
Entre los perros había razas muy demandadas, emparejadas y algunas ya en gestación. Todo apunta a una cría en cautividad disfrazada de compasión. Sin embargo, la compasión verdadera llegó tarde: fue la Guardia Civil quien organizó su reubicación con ayuda de protectoras reales.
Este caso no es una excepción aislada, sino el síntoma de un problema más profundo. En España, cualquiera puede abrir un “santuario” sin formación, sin control y sin garantías mínimas. No existe un código de buenas prácticas aplicable a nivel nacional, ni una regulación clara ni un sistema de fianzas para responder ante negligencias graves o maltrato encubierto.
El caso Macael no solo exige castigos: exige normas. Que quien abra un refugio tenga obligaciones legales, y que los animales no dependan de la buena voluntad —o el cinismo— del siguiente iluminado con PayPal.
En un cortijo de Macael, Almería, la Guardia Civil ha descubierto lo que algunos creyeron un refugio y resultó ser una trampa mortal. Allí, 19 perros vagaban entre sus propios excrementos, sin agua ni comida, mientras tres cadáveres mostraban los estragos del abandono. El lugar, sin licencia ni registro como protectora, operaba en el vacío legal que aún hoy permite que cualquiera se autoproclame “rescatista”.
La operación "Sanctumer" ha sacado a la luz una red de negligencia y posible negocio encubierto. Se recogían donaciones —más de 200 personas enviaron cerca de 8.000 euros—, pero nadie supervisaba si esos fondos se invertían realmente en los animales. No se invirtieron. Los responsables reconocieron que habían abandonado el cortijo hacía más de una semana.
Entre los perros había razas muy demandadas, emparejadas y algunas ya en gestación. Todo apunta a una cría en cautividad disfrazada de compasión. Sin embargo, la compasión verdadera llegó tarde: fue la Guardia Civil quien organizó su reubicación con ayuda de protectoras reales.
Este caso no es una excepción aislada, sino el síntoma de un problema más profundo. En España, cualquiera puede abrir un “santuario” sin formación, sin control y sin garantías mínimas. No existe un código de buenas prácticas aplicable a nivel nacional, ni una regulación clara ni un sistema de fianzas para responder ante negligencias graves o maltrato encubierto.
El caso Macael no solo exige castigos: exige normas. Que quien abra un refugio tenga obligaciones legales, y que los animales no dependan de la buena voluntad —o el cinismo— del siguiente iluminado con PayPal.