[phpBB Debug] PHP Warning: in file [ROOT]/ext/david63/cookiepolicy/event/listener.php on line 161: Trying to access array offset on value of type null
[phpBB Debug] PHP Warning: in file [ROOT]/includes/functions.php on line 4149: Cannot modify header information - headers already sent by (output started at [ROOT]/includes/functions.php:3027)
[phpBB Debug] PHP Warning: in file [ROOT]/includes/functions.php on line 4149: Cannot modify header information - headers already sent by (output started at [ROOT]/includes/functions.php:3027)
[phpBB Debug] PHP Warning: in file [ROOT]/includes/functions.php on line 4149: Cannot modify header information - headers already sent by (output started at [ROOT]/includes/functions.php:3027)
[phpBB Debug] PHP Warning: in file [ROOT]/includes/functions.php on line 4149: Cannot modify header information - headers already sent by (output started at [ROOT]/includes/functions.php:3027)
Foros Toreros • El Baulero: el torero en bicicleta que conquistó Zaragoza
Página 1 de 1

El Baulero: el torero en bicicleta que conquistó Zaragoza

Publicado: Sab Jun 07, 2025 3:31 pm
por EstoEsElPueblo
El Baulero: el torero en bicicleta que conquistó Zaragoza

En la Zaragoza de mediados del siglo XX, donde las calles resonaban con el traqueteo de carros y el bullicio de los mercados, un hombre pedaleaba con una sonrisa que hacía girar cabezas. Pedro Díaz Layús, conocido como "El Baulero", no era un torero al uso. Fabricante de baúles, ciclista incansable y figura entrañable, su hazaña más recordada —torear en bicicleta en la Plaza de Toros de Zaragoza— lo convirtió en una leyenda local. Esta es la historia de un hombre humilde que, con su ingenio y valentía, se ganó el corazón de una ciudad.

Un hijo de Zaragoza

Nacido en 1907 en el barrio de San Pablo, Pedro Díaz Layús creció en el seno de una familia ligada al toreo: su padre ya había pisado el albero. Pero Pedro no heredó solo la pasión por los toros; también forjó su propia identidad en las calles de Zaragoza. En su taller de la calle Las Armas, fabricaba y transportaba baúles, pedaleando por la ciudad con una bicicleta que se convirtió en su seña de identidad. Aquel vehículo de dos ruedas no era solo su medio de transporte, sino una extensión de su carácter: sencillo, trabajador y siempre en movimiento.

"El Baulero", como lo apodaron, era más que un artesano. Era un personaje que animaba las calles con sus "correrías", como las describían los cronistas de la época. Su carisma era tal que, según decían, "toda Zaragoza le sonreía". En una ciudad donde la vida cotidiana se tejía con historias compartidas, Pedro era un hilo brillante en el tapiz urbano. Su habilidad sobre la bicicleta era legendaria: no solo pedaleaba sin manos, sino que era capaz de hacer acrobacias entre el tráfico, con los brazos en cruz y la sonrisa puesta.

El rejoneador en bicicleta

La vida de Pedro dio un giro inolvidable el 18 de julio de 1936, en plena ebullición de la Guerra Civil Española. Ese día, la Plaza de Toros de Zaragoza fue testigo de algo nunca visto: un hombre toreando subido a una bicicleta. Pedro Díaz Layús, con la audacia de quien no teme al ridículo, debutó como rejoneador en un espectáculo que desafiaba toda lógica. Armado con banderillas y su fiel bicicleta, se enfrentó al toro con una mezcla de valentía y excentricidad que dejó boquiabiertos a los espectadores.

No era un rejoneador tradicional, con caballo y capa. Su montura era una bicicleta, y su estilo, único. Las crónicas de la época, como las de Heraldo de Aragón, aseguran que nadie más en la historia taurina había intentado algo así. ¿Cómo lo hacía? Imaginarlo es casi tan fascinante como debió ser verlo: pedaleando con agilidad, esquivando los embistes del toro, colocando banderillas con una precisión que solo un hombre de su temple podía lograr. Aquel día, Pedro no solo toreó; creó un mito.

Pero esa no fue su única aparición en los ruedos. Aquel 18 de julio, en el mismo cartel, también actuó como banderillero y más tarde como matador, completando así una triple participación que asombró a propios y extraños. Era un hombre hecho para el espectáculo, aunque no para la gloria de los carteles.

El alma de Zaragoza

"El Baulero" no necesitaba una plaza de toros para brillar. Su escenario era la ciudad entera. En los bares, en los mercados, en las estrechas calles del casco viejo, su presencia era sinónimo de alegría. Las anécdotas sobre él corrían como la pólvora: desde sus bromas con los vecinos hasta sus paseos en bicicleta cargada de baúles. Como escribía un cronista, "había que haberle conocido para saber quién fue El Baulero". Y Zaragoza lo conocía bien.

También dejó huella en los escenarios: participaba como cantaor en festivales benéficos, donde su arte flamenco, unido a su carisma natural, atraía a multitudes. Su voz, como su bicicleta, era un vehículo para llevar alegría.

En una época marcada por las dificultades —la posguerra, la pobreza, los cambios sociales—, Pedro representaba algo más profundo: la resiliencia de la gente común. Su vida era un reflejo de una Zaragoza humilde pero orgullosa, donde un artesano podía convertirse en héroe sin necesidad de grandes hazañas.

Los últimos pedaleos

La vida, sin embargo, no siempre fue amable con "El Baulero". En sus últimos años, una enfermedad lo paralizó parcialmente, robándole la libertad de sus pedaleos. Pero ni siquiera eso apagó su espíritu. Hasta su muerte en 1972, Pedro siguió siendo una figura querida, alguien cuya sola mención evocaba sonrisas y recuerdos. Falleció tras ser atropellado en la calle General Franco, en pleno centro de la ciudad, cerrando un capítulo entrañable de la memoria popular zaragozana. Su partida dejó un hueco en Zaragoza, como si, en palabras de un periodista de la época, "con él se fuera una parte de la antigua Zaragoza".

El legado de un hombre singular

¿Por qué recordamos a "El Baulero"? No fue un torero de fama mundial ni un héroe de los libros de historia. Pero en su simplicidad radica su grandeza. Pedro Díaz Layús era la prueba de que la autenticidad y el coraje pueden convertir a un hombre corriente en leyenda. Su bicicleta, su taller, su toreo imposible: todo ello dibuja la imagen de una Zaragoza que ya no existe, pero que vive en la memoria de quienes la conocieron.

Hoy, en un mundo donde lo extraordinario a menudo se mide en likes y titulares, la historia de "El Baulero" nos invita a mirar atrás, a valorar lo local, lo humano, lo genuino. ¿Quién no querría haber visto a ese hombre pedaleando frente a un toro, desafiando al sentido común con una sonrisa? Si conoces una historia sobre "El Baulero", compártela. Porque, como él, las historias de nuestras ciudades merecen seguir pedaleando.