1 de junio de 2025 el Pearl Harbour de Rusia y su flota de aviones estratégicos
Publicado: Dom Jun 01, 2025 10:25 pm
1 de junio de 2025 el Pearl Harbour de Rusia y su flota de aviones estratégicos
Rusia ha amanecido este domingo con una humillación militar que no olvidará fácilmente. Una oleada de drones ucranianos alcanzó por sorpresa varias bases aéreas en Siberia, el Ártico y el corazón de la Rusia europea. El golpe, quirúrgico y coordinado, ha dejado una estela de aviones ardiendo, hangares destrozados y un mensaje inequívoco: Ucrania puede herir donde más duele, incluso en lo más profundo del territorio enemigo.
La operación llevaba nombre propio: Telaraña. Dieciocho meses de preparación, con participación directa del SBU —la inteligencia ucraniana— y la implicación personal de Zelenski. Los drones no cruzaron la frontera: viajaron camuflados dentro de camiones civiles que se infiltraron en suelo ruso como si transportaran mercancía inofensiva. Una vez estacionados junto a los objetivos, los cobertizos se abrieron a distancia y los drones despegaron directamente desde las estructuras ocultas.
Los resultados empiezan a tomar forma: al menos 41 aeronaves atacadas según fuentes ucranianas, entre ellas modelos clave como los Tu-95, Tu-22M3 y los A-50, encargados del control y la alerta temprana. Las imágenes que circulan por canales rusos de Telegram muestran explosiones nocturnas, columnas de humo y soldados desconcertados corriendo entre los restos. En uno de los vídeos, grabado en Voskresensk, se oye a un militar decir sin rodeos: “Está la cosa jodida aquí”.
Engels, Olenya, Shaykovka, Diaguilevo, Ivanovo, Belaya… El mapa de bases atacadas cubre miles de kilómetros. Algunas, como Belaya, están a más de 4.000 kilómetros de la frontera ucraniana. Lo que hasta ahora parecía impensable —golpear tan lejos, tan profundo— se ha convertido en un hecho. Y justo en la víspera de una mesa de diálogo convocada en Estambul, lo cual convierte el ataque en un mensaje con doble filo.
El Ministerio de Defensa ruso, en una nota de contención forzada, ha admitido que varios aviones ardieron en Murmansk e Irkutsk, aunque asegura que “los ataques fueron repelidos” en otras regiones. Al mismo tiempo, denuncia un “acto de terrorismo internacional”, sin aportar detalles sobre bajas ni daños reales. Mientras tanto, la opinión pública rusa asiste entre la rabia y el estupor al equivalente contemporáneo de Pearl Harbour: un golpe certero en la retaguardia, sin previo aviso y con consecuencias aún por calcular.
Rusia ha amanecido este domingo con una humillación militar que no olvidará fácilmente. Una oleada de drones ucranianos alcanzó por sorpresa varias bases aéreas en Siberia, el Ártico y el corazón de la Rusia europea. El golpe, quirúrgico y coordinado, ha dejado una estela de aviones ardiendo, hangares destrozados y un mensaje inequívoco: Ucrania puede herir donde más duele, incluso en lo más profundo del territorio enemigo.
La operación llevaba nombre propio: Telaraña. Dieciocho meses de preparación, con participación directa del SBU —la inteligencia ucraniana— y la implicación personal de Zelenski. Los drones no cruzaron la frontera: viajaron camuflados dentro de camiones civiles que se infiltraron en suelo ruso como si transportaran mercancía inofensiva. Una vez estacionados junto a los objetivos, los cobertizos se abrieron a distancia y los drones despegaron directamente desde las estructuras ocultas.
Los resultados empiezan a tomar forma: al menos 41 aeronaves atacadas según fuentes ucranianas, entre ellas modelos clave como los Tu-95, Tu-22M3 y los A-50, encargados del control y la alerta temprana. Las imágenes que circulan por canales rusos de Telegram muestran explosiones nocturnas, columnas de humo y soldados desconcertados corriendo entre los restos. En uno de los vídeos, grabado en Voskresensk, se oye a un militar decir sin rodeos: “Está la cosa jodida aquí”.
Engels, Olenya, Shaykovka, Diaguilevo, Ivanovo, Belaya… El mapa de bases atacadas cubre miles de kilómetros. Algunas, como Belaya, están a más de 4.000 kilómetros de la frontera ucraniana. Lo que hasta ahora parecía impensable —golpear tan lejos, tan profundo— se ha convertido en un hecho. Y justo en la víspera de una mesa de diálogo convocada en Estambul, lo cual convierte el ataque en un mensaje con doble filo.
El Ministerio de Defensa ruso, en una nota de contención forzada, ha admitido que varios aviones ardieron en Murmansk e Irkutsk, aunque asegura que “los ataques fueron repelidos” en otras regiones. Al mismo tiempo, denuncia un “acto de terrorismo internacional”, sin aportar detalles sobre bajas ni daños reales. Mientras tanto, la opinión pública rusa asiste entre la rabia y el estupor al equivalente contemporáneo de Pearl Harbour: un golpe certero en la retaguardia, sin previo aviso y con consecuencias aún por calcular.