El arenque rojo del catalán: Puigdemont lanza el anzuelo y Sánchez mueve la caña
Publicado: Mié May 28, 2025 3:44 pm
El arenque rojo del catalán: Puigdemont lanza el anzuelo y Sánchez mueve la caña
Pocas veces una mentira útil ha viajado tan lejos con tanta solemnidad. En el debate europeo sobre las lenguas oficiales, lo que parece una reivindicación cultural es, en realidad, una maniobra política de distracción. El intento de convertir el catalán, el vasco y el gallego en idiomas oficiales de la Unión Europea no es una demanda ingenua, sino un elaborado arenque rojo, urdido por Carles Puigdemont y sostenido con esmero por Pedro Sánchez, cada uno con su propósito.
El red herring, o “arenque rojo”, es un recurso clásico del suspense cinematográfico. Consiste en introducir un elemento que parece crucial para la trama, pero que en realidad no conduce a nada. Su función es distraer al espectador, desviar su atención del verdadero conflicto y mantener la tensión con una pista falsa. En política, este truco también se usa: se finge luchar por algo que se sabe inalcanzable, solo para sacar rédito del proceso, no del resultado.
Puigdemont sabe perfectamente que la UE no reconoce idiomas regionales como lenguas de trabajo si no son oficiales en todo el Estado miembro. Lo sabe desde hace años. Pero también sabe que simular una batalla heroica por la oficialidad del catalán permite alimentar la narrativa victimista del separatismo: Europa no nos quiere, España no se esfuerza, nosotros resistimos. El expresident no busca ganar, sino tensar. Y si el catalán fracasa en Bruselas, mejor: el fracaso será útil para seguir denunciando “el desprecio estructural”.
Pedro Sánchez, por su parte, no se limita a seguir el juego: sujeta la caña con la misma determinación con la que Puigdemont lanzó el anzuelo. ¿Por convicción? Tal vez. ¿Por necesidad? Sin duda. La investidura y la legislatura dependen del apoyo separatista, y vestir de causa estatal lo que no es más que un reclamo simbólico permite aparentar institucionalidad mientras se alimenta una ficción diplomática. Todo el dispositivo está al servicio de la escenografía.
El debate de fondo, sin embargo, permanece sin respuesta: ¿por qué se insiste en esta farsa diplomática? ¿Por qué se construye una ficción institucional sobre un proyecto que no tiene recorrido legal en Europa?
El arenque rojo del catalán no huele a pluralismo, huele a cálculo. Puigdemont lo lanzó al agua sabiendo que era imposible pescar nada, y Sánchez, en lugar de desenmascararlo, agitó la caña para mantener el cebo a flote. El resultado: mucho ruido, ninguna nuez, y una UE que observa perpleja cómo se utiliza su foro para un teatrillo doméstico.
Pocas veces una mentira útil ha viajado tan lejos con tanta solemnidad. En el debate europeo sobre las lenguas oficiales, lo que parece una reivindicación cultural es, en realidad, una maniobra política de distracción. El intento de convertir el catalán, el vasco y el gallego en idiomas oficiales de la Unión Europea no es una demanda ingenua, sino un elaborado arenque rojo, urdido por Carles Puigdemont y sostenido con esmero por Pedro Sánchez, cada uno con su propósito.
El red herring, o “arenque rojo”, es un recurso clásico del suspense cinematográfico. Consiste en introducir un elemento que parece crucial para la trama, pero que en realidad no conduce a nada. Su función es distraer al espectador, desviar su atención del verdadero conflicto y mantener la tensión con una pista falsa. En política, este truco también se usa: se finge luchar por algo que se sabe inalcanzable, solo para sacar rédito del proceso, no del resultado.
Puigdemont sabe perfectamente que la UE no reconoce idiomas regionales como lenguas de trabajo si no son oficiales en todo el Estado miembro. Lo sabe desde hace años. Pero también sabe que simular una batalla heroica por la oficialidad del catalán permite alimentar la narrativa victimista del separatismo: Europa no nos quiere, España no se esfuerza, nosotros resistimos. El expresident no busca ganar, sino tensar. Y si el catalán fracasa en Bruselas, mejor: el fracaso será útil para seguir denunciando “el desprecio estructural”.
Pedro Sánchez, por su parte, no se limita a seguir el juego: sujeta la caña con la misma determinación con la que Puigdemont lanzó el anzuelo. ¿Por convicción? Tal vez. ¿Por necesidad? Sin duda. La investidura y la legislatura dependen del apoyo separatista, y vestir de causa estatal lo que no es más que un reclamo simbólico permite aparentar institucionalidad mientras se alimenta una ficción diplomática. Todo el dispositivo está al servicio de la escenografía.
El debate de fondo, sin embargo, permanece sin respuesta: ¿por qué se insiste en esta farsa diplomática? ¿Por qué se construye una ficción institucional sobre un proyecto que no tiene recorrido legal en Europa?
El arenque rojo del catalán no huele a pluralismo, huele a cálculo. Puigdemont lo lanzó al agua sabiendo que era imposible pescar nada, y Sánchez, en lugar de desenmascararlo, agitó la caña para mantener el cebo a flote. El resultado: mucho ruido, ninguna nuez, y una UE que observa perpleja cómo se utiliza su foro para un teatrillo doméstico.