La paradoja del activismo animalista: elefantes tristes, negocio alegre
Publicado: Vie Abr 04, 2025 12:59 am
La paradoja del activismo animalista: elefantes tristes, negocio alegre
Los elefantes jugaban al fútbol alegremente para los turistas, impulsando balones con sus robustas patas y trompas habilidosas, provocando sonrisas y admiración entre quienes acudían a verlos. Nunca se conoció a un elefante triste por esta actividad en Tailandia, Indonesia, India y otros países con estas actividades lúdicas. Al contrario, los elefantes parecían disfrutar del ejercicio físico, la interacción y la atención que recibían diariamente. Pero todo cambió cuando llegaron los activistas animalistas con argumentos de protección animal, declarando enérgicamente que aquello era puro maltrato y exigiendo su inmediata prohibición.
Muchos gobernantes, deseosos de mostrar una imagen progresista y estar "a la última en modas", aceptaron rápidamente estas demandas. Las funciones se cancelaron y los elefantes, habituados al movimiento y al contacto frecuente con humanos, fueron trasladados a refugios especializados. Estos lugares, supuestamente dedicados al bienestar animal, se multiplicaron bajo la administración exclusiva de los mismos grupos animalistas que promovieron la prohibición.
Paradójicamente, estos refugios ahora ofrecen a los turistas visitas en las que pueden observar a los elefantes "no hacer nada". Los animalistas, antiguos detractores de las exhibiciones, administran estos centros y cobran entradas considerablemente caras a visitantes que, atraídos por la promesa de un turismo ético, contemplan animales aburridos y sedentarios. Muchos elefantes, antes activos y alegres, ahora languidecen apáticos en estos recintos, sin entender cómo acabaron convirtiéndose en silenciosos protagonistas de un negocio mucho más rentable, gestionado por quienes afirmaron defenderlos.
Los elefantes jugaban al fútbol alegremente para los turistas, impulsando balones con sus robustas patas y trompas habilidosas, provocando sonrisas y admiración entre quienes acudían a verlos. Nunca se conoció a un elefante triste por esta actividad en Tailandia, Indonesia, India y otros países con estas actividades lúdicas. Al contrario, los elefantes parecían disfrutar del ejercicio físico, la interacción y la atención que recibían diariamente. Pero todo cambió cuando llegaron los activistas animalistas con argumentos de protección animal, declarando enérgicamente que aquello era puro maltrato y exigiendo su inmediata prohibición.
Muchos gobernantes, deseosos de mostrar una imagen progresista y estar "a la última en modas", aceptaron rápidamente estas demandas. Las funciones se cancelaron y los elefantes, habituados al movimiento y al contacto frecuente con humanos, fueron trasladados a refugios especializados. Estos lugares, supuestamente dedicados al bienestar animal, se multiplicaron bajo la administración exclusiva de los mismos grupos animalistas que promovieron la prohibición.
Paradójicamente, estos refugios ahora ofrecen a los turistas visitas en las que pueden observar a los elefantes "no hacer nada". Los animalistas, antiguos detractores de las exhibiciones, administran estos centros y cobran entradas considerablemente caras a visitantes que, atraídos por la promesa de un turismo ético, contemplan animales aburridos y sedentarios. Muchos elefantes, antes activos y alegres, ahora languidecen apáticos en estos recintos, sin entender cómo acabaron convirtiéndose en silenciosos protagonistas de un negocio mucho más rentable, gestionado por quienes afirmaron defenderlos.