El arte de Félix Cano Valentín: expresionismo, tradición y pasión taurina
Publicado: Mar Ene 21, 2025 11:45 pm
El arte de Félix Cano Valentín: expresionismo, tradición y pasión taurina
Félix Cano Valentín (Valladolid, 22 de enero de 1930 - Valladolid, 7 de febrero de 2024) fue un destacado pintor español conocido por su estilo expresionista y su habilidad para capturar la esencia de la vida cotidiana y las tradiciones españolas. Desde su infancia, Cano demostró una notable inclinación hacia el arte. Entre 1940 y 1946, recibió formación en dibujo y pintura de maestros como Pedro Collado, Valentín Orejas y Eugenio Ramos, figuras esenciales en su desarrollo técnico y creativo. Una anécdota significativa de su juventud fue su relación con Constantino Candeira, director del Museo Nacional de Escultura. Candeira lo alentó a estudiar las piezas del museo, un ejercicio que consolidó su dominio del dibujo y que más tarde influyó profundamente en la manera en que abordó las composiciones de sus cuadros.
En 1948, ingresó en la prestigiosa Escuela de la Academia de San Fernando en Madrid, donde tuvo la oportunidad de aprender de grandes referentes como Daniel Vázquez Díaz y Benjamín Palencia. Aunque también exploró otros campos como las Ciencias Químicas y la Ingeniería Técnica Mecánica, la pintura terminó por convertirse en su verdadero camino. La obra de Cano Valentín se distingue por su marcado expresionismo, centrado en la figura humana y en escenas que reflejan momentos íntimos y cotidianos. Admirador de la pintura holandesa, especialmente de Rembrandt, así como de la obra de Francisco de Goya, Cano desarrolló un estilo que combinaba luces y sombras para crear atmósferas llenas de profundidad emocional. Una parte esencial de su producción estuvo dedicada a la tauromaquia, un tema que abordó no solo con destreza técnica, sino también con un profundo respeto por los rituales y la tradición taurina.
Entre sus series taurinas más destacadas, se encuentran las dedicadas a personalidades del mundo de la lidia y a la tensión dramática del ruedo, donde los colores intensos y las formas dinámicas transmiten la pasión y el drama inherente al toreo. Cano solía visitar plazas de toros para captar bocetos en directo, un esfuerzo que le permitió plasmar con gran autenticidad la fuerza del instante. Representó, además, escenas singulares como la soledad de un banderillero jubilado, plazas vacías o la emoción de un encierro festivo. Estas piezas muestran su visión única y personal de un mundo lleno de tradición.
Otro de los géneros en los que destacó Cano fue el retrato, su favorito. Perpetuó las imágenes de figuras destacadas de la música, la cultura, la política y el deporte, como los toreros Roberto Domínguez, presidentes de comunidad o populares como el mesonero Cándido. Su método consistía en mantener largas conversaciones con los retratados, durante las cuales tomaba apuntes y bocetos que posteriormente convertía en composiciones finales. Este proceso aportaba una autenticidad y humanidad excepcionales a sus obras. Cano también abordó temas más oscuros y reflexivos, como en “La hora nona” o sus representaciones de verdugos y figuras solitarias, pero también supo transmitir la alegría del baile o el vigor de una procesión de Semana Santa. En sus paisajes, a menudo introdujo figuras humanas para dotarlos de vida, y utilizó la abstracción en los fondos para destacar las zonas ocupadas por los personajes. En vida, Cano Valentín recibió numerosos reconocimientos. La Medalla de Oro de la Unión Artística Vallisoletana fue uno de los más significativos, otorgándosela sin necesidad de competir, ya que el propio artista confesó sentirse incapaz de presentarse a concursos. También fue nombrado Académico de Número de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid en 1985, y sus obras forman parte de colecciones permanentes en instituciones como el Museo de la Casa de Cervantes, el Ateneo de Sevilla o la Galería Nacional de Río de Janeiro.
Durante sus años en Brasil, Cano trabajó con galeristas destacados como Giovanna Bonnino y dejó obras icónicas como el mural “A vida” en TV TUPI. Esta etapa fue clave para su evolución artística, combinando los colores vibrantes de Sudamérica con la sobriedad castellana, creando un estilo propio e inconfundible. Félix Cano Valentín falleció en su ciudad natal a la edad de 94 años, dejando un legado que trasciende generaciones. Su obra sigue siendo un testimonio del arte como reflejo de la tradición y de la humanidad, una muestra de cómo un artista puede convertir escenas ordinarias en expresiones de belleza y significado profundo.
Félix Cano Valentín (Valladolid, 22 de enero de 1930 - Valladolid, 7 de febrero de 2024) fue un destacado pintor español conocido por su estilo expresionista y su habilidad para capturar la esencia de la vida cotidiana y las tradiciones españolas. Desde su infancia, Cano demostró una notable inclinación hacia el arte. Entre 1940 y 1946, recibió formación en dibujo y pintura de maestros como Pedro Collado, Valentín Orejas y Eugenio Ramos, figuras esenciales en su desarrollo técnico y creativo. Una anécdota significativa de su juventud fue su relación con Constantino Candeira, director del Museo Nacional de Escultura. Candeira lo alentó a estudiar las piezas del museo, un ejercicio que consolidó su dominio del dibujo y que más tarde influyó profundamente en la manera en que abordó las composiciones de sus cuadros.
En 1948, ingresó en la prestigiosa Escuela de la Academia de San Fernando en Madrid, donde tuvo la oportunidad de aprender de grandes referentes como Daniel Vázquez Díaz y Benjamín Palencia. Aunque también exploró otros campos como las Ciencias Químicas y la Ingeniería Técnica Mecánica, la pintura terminó por convertirse en su verdadero camino. La obra de Cano Valentín se distingue por su marcado expresionismo, centrado en la figura humana y en escenas que reflejan momentos íntimos y cotidianos. Admirador de la pintura holandesa, especialmente de Rembrandt, así como de la obra de Francisco de Goya, Cano desarrolló un estilo que combinaba luces y sombras para crear atmósferas llenas de profundidad emocional. Una parte esencial de su producción estuvo dedicada a la tauromaquia, un tema que abordó no solo con destreza técnica, sino también con un profundo respeto por los rituales y la tradición taurina.
Entre sus series taurinas más destacadas, se encuentran las dedicadas a personalidades del mundo de la lidia y a la tensión dramática del ruedo, donde los colores intensos y las formas dinámicas transmiten la pasión y el drama inherente al toreo. Cano solía visitar plazas de toros para captar bocetos en directo, un esfuerzo que le permitió plasmar con gran autenticidad la fuerza del instante. Representó, además, escenas singulares como la soledad de un banderillero jubilado, plazas vacías o la emoción de un encierro festivo. Estas piezas muestran su visión única y personal de un mundo lleno de tradición.
Otro de los géneros en los que destacó Cano fue el retrato, su favorito. Perpetuó las imágenes de figuras destacadas de la música, la cultura, la política y el deporte, como los toreros Roberto Domínguez, presidentes de comunidad o populares como el mesonero Cándido. Su método consistía en mantener largas conversaciones con los retratados, durante las cuales tomaba apuntes y bocetos que posteriormente convertía en composiciones finales. Este proceso aportaba una autenticidad y humanidad excepcionales a sus obras. Cano también abordó temas más oscuros y reflexivos, como en “La hora nona” o sus representaciones de verdugos y figuras solitarias, pero también supo transmitir la alegría del baile o el vigor de una procesión de Semana Santa. En sus paisajes, a menudo introdujo figuras humanas para dotarlos de vida, y utilizó la abstracción en los fondos para destacar las zonas ocupadas por los personajes. En vida, Cano Valentín recibió numerosos reconocimientos. La Medalla de Oro de la Unión Artística Vallisoletana fue uno de los más significativos, otorgándosela sin necesidad de competir, ya que el propio artista confesó sentirse incapaz de presentarse a concursos. También fue nombrado Académico de Número de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid en 1985, y sus obras forman parte de colecciones permanentes en instituciones como el Museo de la Casa de Cervantes, el Ateneo de Sevilla o la Galería Nacional de Río de Janeiro.
Durante sus años en Brasil, Cano trabajó con galeristas destacados como Giovanna Bonnino y dejó obras icónicas como el mural “A vida” en TV TUPI. Esta etapa fue clave para su evolución artística, combinando los colores vibrantes de Sudamérica con la sobriedad castellana, creando un estilo propio e inconfundible. Félix Cano Valentín falleció en su ciudad natal a la edad de 94 años, dejando un legado que trasciende generaciones. Su obra sigue siendo un testimonio del arte como reflejo de la tradición y de la humanidad, una muestra de cómo un artista puede convertir escenas ordinarias en expresiones de belleza y significado profundo.