El ascenso y la caída interminable de Kanye West, genio, villano o farsante

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¿Quién es Kanye West en unas pinceladas?

1. Un título revelador: "El desertor de la universidad"
El debut de Kanye West, The College Dropout (2004), se traduce literalmente como El desertor de la universidad. Desde el título, Kanye plantó cara a la narrativa estadounidense que glorifica la educación formal como el único camino al éxito. En un país donde la deuda estudiantil arruina vidas y la meritocracia es un mito, West presentó su abandono universitario no como un fracaso, sino como un acto de liberación. La ironía es que, aunque predicaba contra el sistema, construyó su imperio dentro de otro: la industria musical, igual de despiadada y manipuladora que el mundo académico que rechazaba.

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Un genio… o un oportunista con suerte

La industria musical ha convertido a Kanye West en un “genio” por revolucionar el hip-hop con una visión innovadora, combinando soul, gospel y letras introspectivas con producciones impecables. Pero la pregunta incómoda es: ¿hasta qué punto Kanye es realmente un visionario, y hasta qué punto ha sido un oportunista con buen ojo para absorber tendencias y reinventarlas como si fueran suyas? Su genialidad es innegable, pero también lo es su talento para apropiarse de ideas ajenas, desde el autotune de T-Pain hasta la estética de la moda callejera que él no inventó pero comercializó magistralmente.

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3. La industria le permitió todo… hasta que dejó de ser rentable

Durante años, Kanye fue el niño mimado de la industria: el rebelde genial, el artista que rompía moldes, el bocazas entrañable que daba titulares. Pero cuando sus escándalos dejaron de generar beneficios y comenzaron a ser una carga, el sistema que lo encumbró le dio la espalda. Sus discursos sobre la esclavitud, su apoyo a Trump, sus ataques públicos a judíos y su deriva conspiranoica fueron demasiado incluso para un mercado acostumbrado a perdonar a artistas con pasados turbios. La industria no se volvió moralista de repente; simplemente, Kanye dejó de ser rentable.

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4. El hombre que quiso ser Dios

Kanye nunca se ha conformado con ser un rapero. Su ego le exigía ser más: diseñador, cineasta, empresario, y hasta una figura mesiánica. En Yeezus (2013), se autoproclamó Dios. En Jesus Is King (2019), intentó transformarse en predicador evangélico. Su narrativa siempre ha oscilado entre el delirio de grandeza y la crisis existencial, pero la línea entre la genialidad y la locura se ha ido desdibujando peligrosamente. No es el primer artista en creerse un profeta, pero pocos han arrastrado a tanta gente en su espiral.

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5. Kim Kardashian: el trofeo que se convirtió en pesadilla

Si hay una relación que definió a Kanye West tanto como su música, fue su matrimonio con Kim Kardashian. Durante años, Kim fue el trofeo definitivo: la mujer más famosa del mundo, símbolo de la cultura pop, y el complemento perfecto para su ego. Pero cuando la relación se rompió, Kanye hizo lo que mejor sabe hacer: convertir su vida personal en un espectáculo. El hombre que una vez vistió a Kim y la convirtió en icono de alta costura terminó persiguiéndola en redes sociales, lanzando amenazas veladas y humillándose públicamente con tal de recuperar su control sobre ella.

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De aliado a enemigo de la comunidad negra

Kanye West pasó de ser un símbolo de orgullo negro —aquel que desafió a Bush en televisión diciendo “A George Bush no le importan los negros”— a ser una de las figuras más polémicas dentro de su propia comunidad. Sus declaraciones sobre la esclavitud como “una elección”, su acercamiento a la extrema derecha y su asociación con supremacistas blancos han hecho que muchos afroamericanos lo vean como un traidor. ¿Se trata de una evolución ideológica o simplemente de una provocación calculada para seguir en boca de todos?

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El dinero por encima de la moral

West construyó un imperio con Yeezy, la marca que lo convirtió en multimillonario. Pero cuando Adidas cortó lazos con él tras sus comentarios antisemitas, la lección fue clara: en el capitalismo, la controversia vende hasta que deja de ser viable. Kanye, que siempre ha criticado a la élite, ha demostrado que no tiene problemas en colaborar con grandes corporaciones cuando le conviene. Su discurso antisistema siempre ha sido selectivo: denuncia a la industria cuando lo perjudica, pero no cuando lo convierte en uno de los artistas más ricos del mundo.

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Los fans que le justifican todo

A pesar de cada escándalo, Kanye sigue teniendo una legión de seguidores que justifican cada uno de sus actos con la excusa de que es un genio incomprendido. Para estos fans, todo lo que dice y hace tiene un significado más profundo, incluso cuando lanza discursos incoherentes o ideas peligrosas. Se ha creado una narrativa donde Kanye no puede equivocarse: si hace algo absurdo, es porque está “cinco pasos adelante de todos”. Si pierde contratos y dinero, es porque “quiere ser libre”. Un culto a la personalidad en toda regla.

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El colapso que nadie quiere ver

La salud mental de Kanye West ha sido tema de debate durante años. Su diagnóstico de bipolaridad no es un secreto, pero el problema es que ha convertido su inestabilidad en parte de su marca personal. La industria lo ha explotado cuando le convenía, los medios han hecho espectáculo de sus crisis y sus seguidores han normalizado su comportamiento errático. Kanye se encuentra en un bucle de autodestrucción pública, y nadie sabe cómo terminará esta historia.

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¿El último capítulo de Kanye?

Kanye West ha caído tantas veces que es difícil predecir si está acabado o si todavía tiene otro regreso bajo la manga. Su carrera es la prueba de que en el mundo del espectáculo no hay líneas rojas definitivas: si vuelve con un disco brillante o una colaboración inesperada, las mismas personas que hoy lo condenan podrían aplaudirlo mañana. La pregunta no es si Kanye podrá recuperarse, sino si quiere hacerlo. Tal vez su peor enemigo no sea la industria ni sus críticos, sino él mismo.